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Cinco breves reflexiones del Protréptico: una exhortación a la filosofía, de Aristóteles

Tras el muy interesante recorrido, de cientos y cientos de páginas, por Platón (tenéis algunos someros pensamientos al respecto en una entrada anterior del blog), a continuación quiero simplemente reseñar algunos breves fragmentos de Aristóteles de las escasas reflexiones que han llegado hasta nosotros de sus escritos exotéricos, es decir los dirigidos al público general y no a sus estudiantes «iniciados»  y de los que apenas conocemos fragmentos (la gran masa de la monumental obra aristotélica que ha llegado hasta nuestros días son escritos esotéricos, «apuntes» de clases de sus discípulos)

 

Aristoteles

 

  • (El amor por los bienes externos) les impide hacer algunos de los deberes que se han propuesto. Por eso, se debe evitar la desgracia que vemos en esos hombres y pensar que la felicidad no depende tanto de poseer muchos bienes como del estado en que se encuentra el alma. Pues nadie diría que es dichoso el cuerpo adornado con un vestido reluciente, sino el que tiene salud y se halla en buen estado, aun cuando no tenga ninguna de las cosas que acabamos de mencionar; y del mismo modo, si un alma ha sido educada, a tal alma y a tal hombre habría que llamarlo feliz, no al que está espléndidamente provisto de cosas externas, no siendo él mismo de ninguna valía. Como tampoco pensamos que sea de algún valor un caballo tal que, aun teniendo bridas de oro y un lujoso arnés, sea vulgar, sino que alabamos más al que se halla en buenas condiciones.

 

  • (…) Y esto es verdaderamente así, pues, como dice el proverbio, la saciedad cría insolencia, y la incultura con poder, insensatez. En efecto para quienes tienen en mal estado las cosas del alma no son bienes ni la riqueza, ni la fortaleza, ni la belleza, sino que cuanto mayor es el exceso en que poseen estas condiciones, tanto más intensa y frecuentemente trastornan a su propietario, si no van acompañadas de sabiduría. Pues “al niño, ningún cuchillo”, es decir, no entregar el poder a los viles.

 

  • Es preciso, entonces, que quien va a investigar acerca de estas cuestiones no olvide que todas las cosas buenas y provechosas para la vida del hombre dependen del uso y de la acción, y no sólo del conocimiento;
    pues no estamos sanos por conocer las cosas que procuran la salud, sino por aplicarlas a nuestros cuerpos, ni somos ricos por conocer la riqueza, sino por poseer una gran hacienda; y lo más importante de todo, tampoco vivimos bien por conocer algunas propiedades de los seres, sino por obrar bien, pues en esto consiste verdaderamente ser feliz. En consecuencia, conviene que también la filosofía si es provechosa, consista en una práctica de buenas acciones o bien en ser útil para tales prácticas.

 

  • Por consiguiente, atribuiremos mejor vida al despierto que al dormido, y mejor al que sabe que al que no sabe, y afirmaremos que el placer de vivir es el que procede del ejercicio del alma, pues vivir consiste verdaderamente en este ejercicio.
    Y aun cuando haya numerosos ejercicios del alma, el más importante de todos será el de saber lo más posible. Resulta claro, pues, que es necesario que el placer de vivir sea única o principalmente el proveniente de saber y de contemplar. Luego complacerse en vivir y sentir un gozo verdadero les corresponde sólo o principalmente a los filósofos, pues la actividad de las interacciones más verdaderas, alimentada a partir de los seres más reales y preservadora siempre firme de la perfección recibida (de ellos), es la más eficaz de todas para (producir) contento.
    Así pues, los que tienen entendimiento deben cultivar la filosofía por el gozo mismo de los verdaderos y buenos placeres.

 

  • Además, así como a propósito de la fortuna, no es igual para el hombre la posesión que se tiene sólo con el fin de vivir que con el fin de vivir feliz, así es también en relación con las sabiduría: no precisamos, pienso, de la misma sabiduría sólo para vivir que para vivir bien.
    En efecto, la mayoría tiene muchas excusas para llevar el primer tipo de vida, pues pretende ser feliz, pero se contenta si sólo es capaz de vivir. En cambio, quien piensa que no hay que pasar esta vida de cualquier modo, es ciertamente ridículo que no arrostre todo esfuerzo y ponga todo su empeño para adquirir esa clase de sabiduría que le llevará a conocer la verdad.

 

Todos los fragmentos han sido extraídos de la edición del Protréptico de la colección «Grandes Pensadores» de la Editorial Gredos con traducción y notas de Carlos Merino Rodríguez

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